Hoy salimos tarde del taller con los chicos. Serían alrededor de las diez y media de la noche, aunque según mi cuerpo eran directamente las cuatro de la madrugada. Como somos bastantes, y todos muy bien educados, siempre llevamos adelante una afectuosa ceremonia de saludo grupal; pero, claro está, la repartija de besos nos consume una cantidad de tiempo importante. Tiempo que, en este caso, coincidió exactamente con la espera del colectivo. Y allí estaba: inmóvil y embadurnado en baba ajena, a media cuadra de la parada, y con el ojo derecho torcido porque se acercaba el colectivo a velocidad de turno noche (lo que equivale a decir que venía muy rápido, salteándose los semáforos, y sin tener que sortear los obstáculos que impone el tráfico durante el día.) Hubiera sido tan fácil sacar la capa de la mochila y remontarme un poco, justo por encima de las cabezas de los chicos y del resto de la gente, tomar un envión pequeño pero poderoso, levantar apenas algo de viento, y volar hasta la parada. Hasta me hubiera sobrado el tiempo para sacar las monedas antes de que llegase el colectivo. Pero los chicos sólo conocen a Crispín (y Crispín no vuela); además creo que con una sola de mis identidades ya tienen más que suficiente, no necesitan ver a su ídolo utilizando sus súper poderes para cuestiones tan banales como no perder un colectivo. Y mucho menos necesito yo salir de la comodidad de mi anonimato, y exponerme a que todos descubran la verdad sobre la doble vida que llevo. En conclusión: una vez más me sometí a la humillación de correr hacia la parada como cualquier hijo de vecino, llegar con la lengua afuera y pegando saltos atolondrados de tanto esquivar baldosas sobresalidas (y viejas), escalar los escalones con la columna torcida, y mirarlo sumisamente al conductor por haberme dado un changüí extra; porque de haberse apurado, le hubieran bastado dos segundos para dejarme varado en la parada, con la frustración de haber corrido inútilmente enchastrándome el cuerpo en forma de sudor. Y después de mandarme toda esta explicación, ya ni les deberá interesar si llegué a tiempo a la parada. Simplemente digamos que después de las diez y media, el colectivo empieza a pasar cada una hora.
09. Persiguiendo un colectivo
jueves, 20 de septiembre de 2007
Publicado por Súper Crispín en 19:11
Etiquetas: Súper Crispín
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2 comentarios:
me encantó! y estuve en ese lugar, esperando el colectivo, persiguiendolo... es más, hoy anduve colgado de uno un par de cuadras... son un cago de risa los colectiveros..
y a la noche se complica..
muy bueno el final !!!
cuidate
jajajaja yo creo que la gente que te conoce (hasta el portero) empiezan a sospechar.
Además, no sé si fue porque no querías mostrar tu doble identidad o porque todavía no compraste la capa (nueva o de segunda mano) :-)
Super abrazo!
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