03. En el cyber

jueves, 30 de agosto de 2007

Seguramente Batman debe tener una computadora último modelo, con un bati-mouse óptico e inalámbrico. Yo en cambio me la paso golpeando el mouse contra la mesa, y soplando la bolita que tiene en la base; porque puede ser que sea una pelusa lo que lo está trabando constantemente. O tal vez sea que estoy en un cyber mugroso que no se molesta en invertir un sólo peso en tener mejores equipos, o al menos equipos decentes. O quizás sí pusieron plata, pero acto seguido la gente se afanó las web cams, los auriculares y hasta los puertos USB. Y por eso ahora estoy haciendo memoria para acordarme dónde está el acento y dónde la letra "ñ", porque la mitad de las teclas están gastadas y el teclado está configurado en inglés. Por eso también estoy sufriendo cada palabra; porque la barra espaciadora se traba y me deja unos tres renglones en blanco hasta que la logro desbloquear. Tres renglones que luego tengo que borrar espacio por espacio, porque prefiero apretar mil veces la tecla de borrado que tener que seguir peleándome con el mouse. Quién sabe, de haber nacido en otro país, si ahora no estaría lleno de plata; pero trabajo de superhéroe en el tercer mundo, donde nada resulta tan compacto, aerodinámico y fácil de usar como el bati-mouse.

02. De capa caída

martes, 28 de agosto de 2007

Este último fin de semana anduve de capa caída. Bah, ni siquiera eso porque me la perdieron. El sábado estaba bastante apurado, porque me habían avisado de la comisaría que había un robo con toma de rehenes en el casino de Tigre (ahora que no puedo volar tardo el doble en llegar a cada lado; decir que hace años que pido siempre al mismo radio taxi, y como me conocen, enseguida me mandan auto.) La cuestión es que ya estaba listo para salir, cuando pasé por al lado del espejo y me detuve dos segundos para acomodarme el escudo, que me había quedado un poco torcido. Parecía un bañero de la década del veinte, con una de esas ridículas mallas colorinche de una pieza que se usaban en la época. Francamente la capa siempre te viste, te da otra presencia; en especial cuando hay un poco de viento y flamea. Para colmo el traje me hacía bolsa en la entrepierna, un poco de defecto en la cintura, y parecía diez kilos más gordo. Tengo que admitir que me estuvieron saliendo algunos rollitos últimamente, sobre todo en la cintura, y con la capa los disimulaba un poco mejor. No sé de qué estoy engordando, porque entre los dos trabajos no tengo tiempo ni para comer. Mi mamá me dice que es por la mala alimentación, que como muchas porquerías recalentadas, me salteo comidas, almuerzo a cualquier hora, no mastico y me atraganto. Y no crean que soy un fanático de la estética, pero mi gente espera verme espléndido. Corrijo: mi gente exige verme espléndido, jamás perdonarían que su héroe no esté en forma. Las personas cuando te idolizan son absolutamente despiadadas, no te dejan pasar una. Y la prensa es todavía peor. Seguro que Batman debe tener su propio entrenador personal y por eso siempre luce divino, pero explíquenme cómo hago para pagarme un personal trainer cuando tengo que gastar cuarenta y cinco mangos en un taxi hasta Tigre. ¡Cuarenta y cinco mangos! Le voy a rendir los viáticos al Comisario, pero de acá a que me los paguen... Ellos sólo son rápidos y expeditivos a la hora de compartir el crédito por mi trabajo. Mientras tanto voy a tener que luchar metiendo panza.

01. Accidente en la tintorería

viernes, 24 de agosto de 2007

Si llegan a encontrar algún error de tipeo voy a estar más que justificado. Tengo tanta bronca que quiero apretar una tecla, y termino presionando unas cinco a la vez con el mismo dedo. Les paso a contar:
Recién vuelvo de la tintorería. Nunca suelo llevar mis cosas a lavar afuera, pero este finde mamá se fue a una convención del trabajo. Tuve que trotar un poco, porque me cerraban a las ocho y salí menos cuarto de casa (me colgué, a veces sucede.) Tampoco podía volar porque la capa estaba en la tintorería. Últimamente con el smog que hay flotando en el aire de la ciudad, te mandás dos o tres vuelos y enseguida se te llena toda la capa de mugre.
Llegué y estaba la señora (atiende un matrimonio, deberán andar por los sesenta). Me saludó muy amable; pero yo, que vivo combatiendo el crimen y las he pasado feas, no pude con mi genio desconfiado y se me dio por revisar las prendas. Tres veces revolví la bolsa, ¡tres veces! No podía encontrar la capa. La señora finalmente borró la sonrisa y empezó que no podía ser, que me volviera a fijar, que nunca antes le había pasado, que si estaba seguro de que no la había dejado en mi casa, etc.
No le quedó otra más que reconocer que le habían dado la capa por equivocación a otro cliente. Imagínense que no todos los días le llevaban una a la tintorería como para que no se acordara de haberla lavado. Le pedí que me diera la plata, porque yo no puedo estar sin la capa, la utilizo para laburar. La vieja no quería saber nada, a lo sumo aceptaba darme veinte pesos. Por más que esté requeterecontra usada, yo no puedo comprarme una capa por menos de ciento cincuenta (y estamos hablando de una capa medio pelo, con regulación de altura manual y sin anti-réflex.) Hasta tuvo la desfachatez de decirme que la capa era de lona y que no era de marca. ¡Ja! Una Kent auténtica, justo. ¿Qué puede saber esa vieja de capas? A Batman seguro que no le harían estos desplantes; pero como siempre en este país nadie le da apoyo al superheroísmo, seguimos sobreviviendo en categoría amateur.
La vieja se empacó todavía más y me dijo que o agarraba los veinte mangos o esperaba, y por más ganas que tuviese no le podía pegar a una mujer, mucho menos a una de edad avanzada. Al final quedamos en que le daba tiempo hasta el próximo viernes, para ver si en el interín la persona que se había llevado la capa la devolvía. Honestamente, a estas alturas la debe estar usando de loneta para hacer picnics en el Rosedal.