05. Vengo en busca de mi capa

jueves, 6 de septiembre de 2007

Hoy volví a la tintorería. Esta vez estaba el señor atendiendo, con una imitación perfecta de la sonrisa de su esposa. Me dijo que todavía no había aparecido la capa, que espere unos días más. Cuando le dejé bien en claro que esta era la última vez que pisaba ese local cambió la cara, también de una forma parecida a la ciclotimia de su mujer. Si tengo que serles honestos, me decepcionó que el negocio no estuviese más lleno, porque había ido con todas las intenciones de armar un poco de escándalo. De todas formas empecé a levantar la voz, aunque sólo nos separara un mostrador berreta. Le dije que si no estaba la capa, quería ciento cincuenta pesos en reemplazo:

- Pero no nene, si la capa esa estaba usada.
- Estaría usada; pero si ahora voy a un negocio no me la venden por menos de ciento cincuenta.
- Yo te entiendo, pero soy un simple empleado; me van a descontar la plata del sueldo - y puso cara lastimera.
- Ese no es mi problema. Yo también laburo, a mí nadie me regala las capas. ¿Quién me va a pagar todos estos días que estoy parado sin trabajar? ¿Usted me va a devolver la plata que llevo gastada en taxi? El otro día se me fueron setenta mangos en un taxi al Tigre - en realidad fueron cuarenta y cinco, pero lo agrandé un poco. - Yo no tengo la culpa de que ustedes le hayan dado mis cosas a cualquier persona.
- Bueno, mirá, vamos a hacerla corta: te puedo dar sesenta pesos.
- Ya le dije que la capa sale ciento cincuenta. Si quiere nos cruzamos los dos a "La casa del superhéroe" y se fija usted mismo.
- Pero más no te puedo dar, no tengo plata en la caja.
- Entonces llame al dueño para que le traiga.
- No está.
- ¿No tiene el celular para llamarlo?
- Lo que pasa es que está de viaje por España - y lo decía sin mover un músculo, con la misma precisión con la que podía poner su cara lastimera.
- ¿Pero usted me toma por idiota? Que use una malla toda ajustada no quiere decir que sea un imbécil. Si tiene ganas de actuar vaya a estudiar teatro, - hice una pausa involuntaria porque me había puesto muy nervioso - o acaso usted pretende que yo me trague eso de que su señora y usted sólo son empleados, ¡por favor! Los dos tienen como sesenta años, trabajan juntos, y cada vez que vengo están cebando mate con sus nietitas.
- Está bien, está bien, tranquilizate un poco. Como nosotros somos muy honestos, te vamos a dar la plata. Imaginate que llevamos como cuarenta años en el barrio, y no nos vamos a ensuciar por una cosa así.
- ¡Claro! Imagínese si ustedes se llegan a ensuciar; podrían terminar perdidos para siempre en una tintorería - el hombre hizo como si no me escuchara.
- Si esperás un ratito, ya debe estar por llegar mi señora. Seguramente va a traer algo de dinero.
- Más les vale que ese "algo" sea arriba de ciento cincuenta.

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