La pésima pronunciación del comisario, combinada con mi pobre inglés (a fuerza de mirar centenares de películas hollywoodenses), tornaban imposible entender el nombre del que sería mi contacto en esta nueva misión. La interferencia que suele hacer el teléfono rosita sólo empeoraba las cosas.
Francamente parecíamos dos jubilados gritándonos en la plaza, uno hablando de su artritis y el otro contando que se murió la Pocha, pero ambos actuando como si estuviésemos conversando del mismo tema y entendiéndonos a la perfección. Porque digamos que los audífonos que entregan en el PAMI podrán funcionar incluso peor que un oído de ochenta años; pero si existe algo que nunca se oxida en las personas, es el orgullo. Así que probablemente seguiríamos gritando (incluso estando sentados en el mismo banco, uno al lado del otro) durante horas y horas; pero jamás pondríamos un mínimo gesto de frustración. Total, cuando estás jubilado el tiempo te sobra.
Y todas estas elucubraciones jubilatorias (que no tienen nada que ver con los que les quiero contar), me surgen porque cuando no entiendo nada de lo que me dicen por teléfono, mi cabeza vuela más alto y más rápido que mi propia capa.La cuestión es que sólo pude sacar en limpio que mi contacto sería una mujer extranjera, de nombre simpático e impronunciable. La cita era en el bar de un centro comercial, que por suerte me quedaba cerca de la oficina.
28. I don’t speak English
lunes, 4 de febrero de 2008
Publicado por Súper Crispín en 15:47
Etiquetas: Súper Crispín
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