29. Tomando el té con Rachel

lunes, 11 de febrero de 2008

Cuando llegué la encontré vestida de rojo, con el pelo recogido y una cartera de dimensiones considerables apoyada sobre su regazo. Estaba tomando té con una sutileza francamente envidiable, y no dejaba de sonreír ni siquiera cuando sorbía el líquido que humeaba en la taza. Me acerqué arqueando sólo una ceja, típico gesto de cuando estoy por realizar un importante esfuerzo intelectual:

- Excuse me, Miss. Are you…?
- Indeed – y su sonrisa se ensanchó tanto, que tuve una sensación de dolor en los pómulos -.
- Great!
- Pero no se preocupe que sé hablar perfectamente español. Manejo una infinidad de idiomas, excepto el alemán que reconozco que me está costando bastante.

Si tan sólo el comisario hubiese mencionado este simple detalle idiomático, me habría eximido de pasar semejante papelón. ¿Ustedes no tienen esa impresión de que frente a personas que son de otros países la vergüenza cobra mucha más intensidad?
Colgué mi capa en el respaldo, y me dispuse a entablar algo de conversación superficial antes de abocarme por completo a la misión que teníamos en común. Entonces pude aprender que su nombre era Rachel Thelaugh; que en realidad se trataba sólo de un apodo para no ser descubierta, pero que sus raíces eran uruguayas. Gustaba de la percusión, y además era una de las mejores espías en el mercado, especializada en infiltrarse dentro de fiestas ajenas, y secuestrar panes de salvado.

2 comentarios:

Caetano Evon dijo...

jejejej lo sé! io ando en el extranjero. Y no hay milanesas, ni dulce de leche. como vive esta gente, no entiendo...

Poesia dijo...

Jejeje, buenas letras...Bonito blog.
Un saludete!!